jueves, 29 de enero de 2015

Aún sin estar, sigues ayudándome

Una vez, una persona a la que quiero con todo mi ser, me hizo gritar a los cuatro vientos que yo realmente valía. Le odié tanto en ese momento... Jamás he pensado que fuera cierto, ¿así que, cómo podría gritar aquello? ¿Y si alguien me oía?

Sin embargo el tiempo ha pasado, y desgraciadamente ya no puedo tener a esa persona a mi lado. Y ahora que solo me quedan los recuerdos, he vuelto mil y una veces a ese instante. Finalmente acabé comprendiendo porqué. Él jamás quiso hacerme pasar vergüenza. Solo quería que me diera cuenta de porque no lo quería decir. Dijera lo que dijera tenía miedo a ser juzgada, y gritarlo significaba que me podrían escuchar y juzgar. Me hizo darme cuenta que el primer paso para quererse a uno mismo es el no tener miedo a mostrarlo a los demás.

Al principio no comprendía como él podía ser tan inocente como para pensar que gritarlo me haría creerlo. Simplemente intentaba hacerme pasar la primera barrera. Una vez que no tuviera miedo a ser juzgada, podría comenzar a ser yo misma y quererme por ello. Y la razón real de no tener miedo era que esa persona estaba a mi lado. Seguiré el camino que me señalaste sola, pero siempre recordaré que tu fuiste quien me lo enseñó. 

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