Siempre me pregunté como sería la felicidad. Y cuando llegó creí comprender que jamás existiría como un estado de alegría máximo, sino como una sensación de bienestar sin grandes problemas que ocuparan tus veinticuatro horas. Pero... el sábado fue diferente. Sentí lo que nunca pensé que sentiría. Allí, tumbada junto a ti, sentí la perfección. La felicidad en un grado máximo que nunca pensé poder llegar a vivir, algo que sabría que acabaría pero podría volver con miles de momentos más a tu lado. No te creas que no lo ví en tus ojos también: la sensación era mutua. Llevabas tiempo sin dejarte querer, sin dejarte cuidar, sin entregarte a nadie. No es que tus labios compongan una melodía perfecta al tocar los míos, sino que increíblemente todo mi cuerpo encaja a la perfección con el tuyo, como si hubiéramos sido hechos para ello.
lunes, 1 de mayo de 2017
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