Decías no ir a dejarme nunca. JÁ, cuantas veces me habrán dicho eso. Tonta de mí, que me lo volví a creer una y otra vez.
Que sepas que en esta ocasión no dejaré que el dolor se apodere de mí. No. Tengo todo el derecho de este mundo a expresar mi rabia y enfado por tus errores. Si no aprendes a pedir perdón por ellos, a la larga serás tu la persona perjudicada.
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